solícita me ha prestado sus dedos ingrávidos
con los que palpo el aroma de las montañas que azulean a lo lejos.
El viento gime
y pequeñas colinas inclinadas,
exhiben su traje verde bajo un sol perezoso.
El viento gime
y pequeñas colinas inclinadas,
exhiben su traje verde bajo un sol perezoso.
Desde la otra memoria, la del corazón,
afloran recuerdos con una tristeza pegajosa
que la mirada deja entre guaduales, caturros
que la mirada deja entre guaduales, caturros
y coloridos balcones.
Las nubes devoran la luz,
un par de rayos de sol antes de que las montañas duerman,
un par de rayos de sol antes de que las montañas duerman,
un naciente crepúsculo con pálido resplandor
una luna desteñida
y un café en el parque ...
por momentos se envejece el alma.
Llegando entre pelusas blancas, errantes al viento
voces de arriería acarician los recuerdos,
ancestros que vienen a mí sobre el tiempo, arrastrando su historia
en rumores grises como la niebla.
Un abrazo silencioso y etéreo me guía,
camino sobre pasos tantas veces recorridos,
otras tantas recogidos ...
melancólica quietud que transita entre dolores propios y ajenos.
El pueblo se apaga bajo estrellas de leve titilar,
duerme guardando su memoria
que despertará una y otra vez
entre tertulias ...
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