Hay un poco de viento esta mañana. A lo lejos, El Quitasol,
ese cerro que me estremece y que llevo eternizado en mi memoria,
extiende sus brazos y se calienta un poco, como de costumbre.
A sus pies, Bello, la ciudad de los artistas - asi la llaman - un lugar que intenta hacerse adulto pero aún tienen sus calles olor a pueblo;
cigarras y grillos sobreviven en el duro asfalto escapando de los pasos presurosos o transnochados de los siempre mismos personajes.
Con nostalgia veo como crece, hacia el horizonte y hacia el cielo,
yo no regala el viento su libertad a las cometas,
decidió marcharse a campos que permanecen todavía abiertos y si alguno, rebelde se ha quedado, se mueve como prisionero entre altas torres.
La herencia del Cacique y una cuna presidencial, no son suficiente orgullo,
tan solo son palabras guardadas en libros de historia.
Ya no hay arrieros ni fondas y como toda ciudad que se "proyecta", el silencio de noches tranquilas ceden el paso a las voces y el bullicio.
Bello, patria pequeña de amores y de olvido.
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