Entre retazos de tardes de rosados cielos, sonidos lejanos y peresozo letargo,
las voces peregrinas llevadas por el viento desfilan haciendo música el paisaje que incandecente muere.
Lentos, cansados pero seguros, han dejado su delirio
y su alma, liviana de congojas,
transmuta en esperanza las tinieblas de los densos días.
Intima comunión que solo el espíritu entiende.
Rutina que desata pactos y conjura la tristeza,
esperando cicatrizar las heridas que inmolaron los sueños de una enlutada fantasía.
Protagónica fe que, en constancia,
convierte en humedales las sequías de sus almas,
y en mansas gotas, la lluvia de sus pupilas.
Se rompen los cercos que aprisionan los miedos y los corazones aún atribulados,
sellan un destino de perdones desnudado de pesares.
La tarde se viste de luna temprana,
El frío despierta de su siesta y engalana el silencio,
Se exhilia la luz ....
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